Salí de mi cubículo tapadera. Intento parecer ocupado delante del ordenador hasta poder dedicarme a mi verdadera profesión. Ser agente doble no es fácil...
El coche me llevó casi solo hasta el punto de encuentro, había estudiado el recorrido mentalmente. Vi una figura al fondo y le di las luces tres veces tal como acordamos. Bajé con el poco equipaje que necesitaba y me hicieron montar en un utilitario que pasaría desapercibido en nuestro destino.
Ellos eran dos aunque me indicaron que había que recoger a una tercera persona, una fémina que se ocultaba en un colegio. Muy astutos! una profesora de primaria, que gran tapadera. Ayudados por el caos del parking escolar (el montaje fue espectacular, policías municipales ocupados con el tráfico, padres llevando a sus hijos al polideportivo, niños por todos lados... aunque pude observar a varios de sus hombres vigilando en sitios estratégicos, la experiencia es un grado). Uno de los tripulantes se excusó y dijo ir en busca de la cabecilla. Supongo que quería discutir la estrategia después de la primera impresión que había causado.
Ya de camino no hubo incidentes hasta pasada la frontera. Fuimos hablando del tiempo hasta que salió el típico comentario de las anécdotas. Viejo truco de espías, hablar de situaciones sencillas y cotidianas relacionadas con el trabajo. Es fácil meter la pata si uno es novato o se emociona con las mentiras. Por suerte, no es la primera vez que lo intentan conmigo, estaba atento.
El cielo estaba encapotado aunque se podía ver una gran luna llena en ciertos claros aislados. Se podía ver, hasta que empezó a llover a mares... una cortina de agua obstaculizaba el avance... gran diluvio que nos retrasó en nuestro horario previsto.
Al fin llegamos al hotel. Discreto y correcto, en las afueras. Muy inteligentes otra vez, no eran aficionados. Debía de tener cuidado. Se repartieron las habitaciones y para mi sorpresa, yo compartía habitación con la cabecilla... los otros dos agentes se alojaban cerca para acudir en caso de necesidad... Me informaron de la llegada de otras dos agentes esa misma noche. Yo estaba seguro de que ya estaban presentes y vigilaban mis movimientos. Era consciente de que la asignación de habitación no era casual, seguro que había micrófonos y cámaras ya instaladas. Ella metió la pata, se sabía el código de la puerta de memoria, sin mirar el papel abrió la cerradura electrónica de la habitación a la primera.
Después de dejar las maletas nos dirigimos al centro de Burdeos. Decidimos ir andando, otra prueba más. El viento gélido retaba nuestra resistencia. Ellos querían ver de qué pasta estaba hecho. "Os lo demostraré", saqué la pitillera, encendí un cigarro y me quedé contemplando el puente viendo como atravesaba "La Garonne" los arcos del puente. Qué majestuosa visión. Inmenso. Era muy fácil para ellos lanzarme por encima del bordillo de un ligero empujón. Nadie sabía dónde estaba, nadie sabría de mí y tal vez días después algún pesador encontraría mi cadáver en sus redes con los dedos cortados, la dentadura destrozada y sin documentación. Tenía que arriesgarme para cumplir con mi misión.
Llegamos al otro lado. Nunca antes había estado en Burdeos. Nunca antes había estado en Francia, no profesionalmente. Las fachadas eran preciosas y los paseos fluviales estaban bien iluminados. Recorrer la orilla del río era una tentación, pero debido al gélido viento declinamos caminar sin la protección de las fachadas envejecidas de la ciudad. Fachadas muy características, con miles de historias escondidas en su interior. Callejuelas peculiares llenas de rincones auténticos. Cualquier local era una invitación a disfrutar del calor que desprendían las estufas.
Una crepería. Como no, muy francés, una supuesta cena alrededor de las 9:30, otro error, ningún restaurante da de cenar en Burdeos a esa hora, el local era una tapadera. ¿Este sería el lugar de encuentro con su cúpula? La resistencia debía de encontrarse pronto, más tarde ya sería tentar a la suerte...
Cenamos tranquilamente unas crepes variadas. La camarera con un tono de voz muy francés nos acercó dos jarras de sidra. Sinceramente, aquello era Kas manzana, pero no quise molestar al comando. Uno de ellos (llamémoslo ‘Nch’), tentó al grupo con un manjar propio de la zona, crepe de chocolate, pero nadie picó el anzuelo. ¡¡¡Crepe de chocolate, a quién se le ocurre, menuda aberración!!!
Por fin terminó la cena y parecía que comenzaban a confiar en mí. Nos pusimos en marcha por la calle del lobo, hacia un local políticamente incorrecto. Aquel era el sitio sin ninguna duda! No estaba nada camuflado, tal como se suele decir, si quieres esconder algo, ponlo bien a la vista. Obscenamente provocador, decorado con carteles de propaganda anarco-comunista, el local parecía un tugurio. Era un tugurio. Me gustó. Allí se desconocían las palabras "prohibido", "fumar" y "orangina".
Sentados en una mesa nos miramos en silencio mientras medíamos las reacciones de los demás. Aquello ya empezaba en serio... en cualquier momento alguien tendría que sacar el tema. Detrás de mi, dos componentes de la resistencia hablaban abiertamente de la lucha que estaban llevando a cabo. Me retaban a actuar o callar... Viaje mentalmente a otro lugar para no pensar en aquello, tarde o temprano todo acabaría... Necesitaba algo para distraer mi mente. Me centré en uno de los panfletos subversivos... "Si quieres a tus amigos, lávate mas manos" rezaba en alusión a los contagios de la gripe A... maldita resistencia... introducen el virus y luego echan la culpa a otro... Justo abajo del primer panfleto había otro en tono jocoso... "Si quieres a tus amigas, lávate la polla" además cachondéate... Lo ilustraban graciosamente. Ya sabía dónde estaba el centro de operaciones. La escalera de caracol que bajaba al sótano estaba cerrada, por tanto debía ser allí.
Planeamos el día siguiente y decidimos retirarnos. Ya sabía cual era el sitio, sin palabras nos habíamos entendido a la perfección. Ya podía deshacerme de ellos...
Viaje real realizado el día 29 de Enero del 2010. Contado en tono ficticio y cachondeo
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